<p>Hace apenas unos días, Grecia conmemoró los <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/2023/01/10/63bde302e4d4d802498b4596.html» target=»_blank»>50 años de la caída de la Monarquía</a>. Un referéndum celebrado el 8 de diciembre de 1974 dejó para siempre sin trono a <strong>Constantino II de los Helenos</strong>, el rey que ha pasado a la Historia entre otras cosas por cargarse él mismo su corona con los graves errores que cometió durante los convulsos años en los que permaneció en el Trono. El hermano de la <strong>Reina Sofía</strong><a href=»https://www.elmundo.es/internacional/2023/01/16/63c561cffc6c83170d8b45aa.html» target=»_blank»>falleció en enero de 2023</a>. Y lo hizo en su patria, a la que pudo regresar casi al final de sus días, tras un larguísimo <strong>exilio de varias décadas</strong>. Sin embargo, quien había sido el último soberano de la nación mediterránea falleció sin ser griego. Porque la República le mantuvo hasta su muerte privado de su nacionalidad originaria y de pasaporte. Todo desde que el Pasok aprobó en 1994 una ley a todas luces contraria al respeto de los derechos humanos. Los socialistas entonces al frente del Gobierno heleno coaccionaron al derrocado monarca para que renunciara a sus aspiraciones reales y aceptara el <strong>apellido Glücksburg</strong> -de la dinastía danesa de la que desciende la familia real helena-. Pero Constantino II se negó, entre otras razones porque su patronímico verdadero es Grecia. Ni él ni su familia eran, por tanto, griegos de derecho.</p>
El hermano de la Reina Sofía murió privado de su nacionalidad originaria y con un único pasaporte danés
Hace apenas unos días, Grecia conmemoró los 50 años de la caída de la Monarquía. Un referéndum celebrado el 8 de diciembre de 1974 dejó para siempre sin trono a Constantino II de los Helenos, el rey que ha pasado a la Historia entre otras cosas por cargarse él mismo su corona con los graves errores que cometió durante los convulsos años en los que permaneció en el Trono. El hermano de la Reina Sofíafalleció en enero de 2023. Y lo hizo en su patria, a la que pudo regresar casi al final de sus días, tras un larguísimo exilio de varias décadas. Sin embargo, quien había sido el último soberano de la nación mediterránea falleció sin ser griego. Porque la República le mantuvo hasta su muerte privado de su nacionalidad originaria y de pasaporte. Todo desde que el Pasok aprobó en 1994 una ley a todas luces contraria al respeto de los derechos humanos. Los socialistas entonces al frente del Gobierno heleno coaccionaron al derrocado monarca para que renunciara a sus aspiraciones reales y aceptara el apellido Glücksburg -de la dinastía danesa de la que desciende la familia real helena-. Pero Constantino II se negó, entre otras razones porque su patronímico verdadero es Grecia. Ni él ni su familia eran, por tanto, griegos de derecho.
De modo que ha sorprendido enormemente la noticia de que el primogénito de Constantino, y actual jefe de la Casa Real Helena, el príncipe Pablo, y al menos otros nueve miembros de su familia -sus cuatro hermanos: Alexia, Nicolás, Teodora y Felipe; así como los cinco vástagos del matrimonio formado por Pablo y Marie-Chantal-, han adquirido una renovada nacionalidad griega, tal como confirmó el viernes el ministro del Interior del país, Athanasios Balerpas, quien explicó a los medios que todos los afectados habían firmado la víspera una declaración en la que reconocen la legitimidad del régimen republicano, uno de los requisitos que se les pedían para ser griegos. «Se está resolviendo un asunto históricamente pendiente. Ahora podemos mirar hacia adelante como pueblo», subrayó Balerpas, poniendo en valor lo que representa para las instituciones griegas acabar con un contencioso de tal naturaleza.
Y, aún así, el asunto ha generado controversia, en especial porque partidos de izquierda como Syriza han aprovechado para seguir arremetiendo contra la familia real y criticar que el príncipe Pablo y los suyos hayan podido escoger como apellido De Grece. «Cuando dicen que renuncian a sus títulos y a cualquier reclamación futura [al trono], al optar por este apellido crean confusión», lamentó por su parte un miembro del Partido Socialista.
Hay que subrayar que De Gres fue un apellido inventado en 2004 por Miguel de Grecia -tío abuelo de Constantino II y Doña Sofía, fallecido el pasado verano- cuando se convirtió en el primer miembro de la dinastía que iniciaba el proceso para la obtención de la nacionalidad griega. Lo que hizo él fue tomar su apellido francés De Grece, -pronunciado De Gres- y adaptarlo al alfabeto griego.
La reclamación de la nacionalidad de los 10 príncipes ya ha sido recogida en el Boletín Oficial del Estado, lo que les permite iniciar los trámites para la adquisición de sus correspondientes pasaportes. Y para ello han tenido que cumplir con los requisitos de la llamada Ley Venizelos, por la que han debido jurar la República, asumir un apellido, y renunciar a toda reclamación al Estado griego, incluidos los bienes confiscados tras la abolición de la Monarquía que todavía estuvieran en litigio. Todos requisitos que Constantino II jamás aceptó. De hecho, el rey y los suyos contaban con pasaporte danés, en el que figuraba como apellido De Grecia por estar reconocido en España -no olvidemos que es, sin ir más lejos, el segundo apellido de Felipe VI-, ya que la esposa de Constantino, Ana María, además de reina helena por matrimonio, es princesa de Dinamarca -una de sus dos hermanas es Margarita II-.
Constantino encontró una gran polarización política al llegar al trono. Sus errores y no pocas traiciones le costaron el cetro. Tenía apenas 23 años cuando asumió las riendas del país, en marzo de 1964. El nuevo monarca era tan inexperto como falto de carácter. El país vivía bajo un clima de enorme tensión política, polarización y gran inestabilidad por la alta fragmentación parlamentaria. El sentimiento antimonárquico era ya fuerte entre amplias capas sociales. Y no fueron pocos los partidos que aprovecharon la debilidad de Constantino para tratar de despojar de poderes a la Corona.
El 21 de abril de 1967, triunfó el golpe de los coroneles. El apoyo inicial de Constantino -un episodio sobre el que sigue habiendo tantas lagunas y literatura como sobre nuestro 23-F– le costaría la corona. Sobre todo porque Estados Unidos le dejó vendido en su contragolpe pocos meses después.
También le traicionaría en 1974, una vez caída la dictadura de los coroneles, Karamanlis, quien tan cercano al rey se había mostrado durante los años de Gobierno en el exilio. El dirigente conservador le asestó la puñalada definitiva cuando convocó el referéndum para que los griegos eligieran monarquía o república, tras una campaña sin participación de los monárquicos. Pese a todo, el resultado fue tan demoledor que Constantino, desde Londres, aceptó resignado que sus días como rey habían acabado para siempre.
La decisión ahora de sus hijos abre un nuevo episodio en la historia de la dinastía que, si bien no sueña con la tan improbable restauración de la Monarquía, sí está cada vez más presente en la vida pública de Grecia, un país donde en los últimos años se está haciendo una relectura mucho más benigna de lo que fue su etapa coronada.
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