<p>Durante dos años de guerra en la Franja de Gaza, <strong>más de medio millón de niños</strong> han sido <strong>desplazados</strong>, privados de su entorno y de tener una infancia normal. Cerca de 64.000 han muerto o resultado heridos, según datos de la ONU, mientras que cientos de miles forman parte de una generación que ha perdido tres cursos escolares y enfrenta un futuro incierto en el enclave.</p>
Solo uno de cada seis niños continúa con su escolarización en Gaza, según datos de Unicef
Durante dos años de guerra en la Franja de Gaza, más de medio millón de niños han sido desplazados, privados de su entorno y de tener una infancia normal. Cerca de 64.000 han muerto o resultado heridos, según datos de la ONU, mientras que cientos de miles forman parte de una generación que ha perdido tres cursos escolares y enfrenta un futuro incierto en el enclave.
Con el alto el fuego declarado el 10 de octubre, las organizaciones humanitarias locales e internacionales han empezado a analizar el alcance del trauma de los más pequeños y cómo se puede recuperar en el menor tiempo posible la normalidad, incluida su educación.
«Analizar la situación del sistema educativo puede ser un puente también para identificar cómo se encuentran estos niños, si están acompañados, si tienen algún tipo de problema o discapacidad», explica a EL MUNDO Sonia Silva, jefa en Gaza de Unicef. En estas dos semanas de tregua han detectado al menos 58.000 niños «no acompañados», un término que usan las organizaciones humanitarias para identificar a los menores que han perdido a su padre, su madre o ambos progenitores. «En una evaluación académica reciente con 100.000 niños que hicimos junto al ministerio de Educación, detectamos otro tipo de dificultades, como que un 23% tiene problemas de habla», señala.
Ahora que el cese de la ofensiva les permite focalizarse en otras prioridades, las organizaciones fomentan un trabajo más holístico, intentando detectar si los niños y sus familias necesitan una mayor asistencia social, psicológica o financiera, para poder cubrir las necesidades básicas. «Incluso las ONG están reconfigurando su trabajo, teniendo poco a poco más acceso a la información. Durante la guerra toda la población estaba preocupada por su seguridad. Era la mayor prioridad. Ahora que ha parado, la gente tiene tiempo de pensar: ¿Y ahora qué va a pasar con mis hijos? Tenemos que buscar una fórmula aunque en estos momentos Gaza sea un lugar inhabitable».
Silva describe cómo recorrió el enclave hace una semana, con «niños y niñas corriendo detrás de los coches, desesperados, porque no están viviendo su infancia«. «Miles de niños han sido privados de su niñez. Ahora además viven en unas condiciones indignas, viene la época de lluvias y viven en una especie de tiendas que ni siquiera puedo llamar carpas. Muchos de ellos tienen que improvisar sus condiciones de higiene. Otros viven en lo que queda de los edificios escolares», señala Silva.
Miles de palestinos están regresando a sus barrios tras haber sido desplazados en algunos casos hasta más de 10 veces a lo largo de estos dos años. Muchos encuentran sus hogares en ruinas. La situación de los centros educativos no es muy diferente. Según datos de Unicef, el 85% de las escuelas han sido destruidas por los bombardeos o se encuentran completamente inutilizables. Al menos 38 están «completamente inaccesibles» porque se encuentran ubicadas en el área donde las tropas israelíes se han retirado bajo el acuerdo de tregua.
De los centros que se podrían recuperar, la mayoría siguen siendo usados como refugio para centenares de familias. «El año pasado empezamos a trabajar en centros temporales de aprendizaje donde los niños y niñas van cuatro horas, tres veces a la semana, para clases de inglés, árabe, matemáticas y ciencias sociales», explica Silva. Éste método alcanzó su auge durante el alto el fuego fallido de enero de este año y siguió en algunas partes del enclave durante la guerra. «En un trabajo reciente en grupos, escuchamos cómo los niños y niñas se sentían para evaluar su salud mental. Un 90% tiene secuelas de estrés postraumático. Del desplazamiento constante que han vivido. Creo que es uno de los conflictos en la época moderna de mayor impacto en la población», señala Silva.
«Ahora llegamos a unos cien mil niños y la meta es, para el año que viene, poder cubrir las necesidades educativas de todos los niños de la Franja. La educación es una necesidad muy crítica y es el sector más olvidado«, describe. La cifra actual supone que uno de cada seis niños tiene al menos escolarización temporal. Sin embargo, las clases se llevan a cabo de forma muy precaria, con cajas de cartón como sillas, tablones de madera como mesas y sin apenas material escolar.
La organización humanitaria ha señalado que la educación debería estar «en lo más alto de la agenda» de las prioridades en Gaza. Sin embargo, por el momento apenas ha entrado material escolar en los camiones de ayuda que han ingresado en el enclave. «La ayuda está muy centrada en cuestiones críticas, para salvar vidas: alimentación, material de refugio como carpas, kits de higiene personal y de nutrición, pero no está incluido el tema educativo. También sería necesario incluso material lúdico, recreacional, para ayudar a los niños a tener un sentido de normalidad», describe Silva.
Pese a la tarea titánica de reconstruir las infraestructuras y el sistema educativo, Silva remarca que la sociedad gazatí está «hambrienta» por recuperar la normalidad. «Es un país donde la gente está muy preparada, el nivel educativo de los gazatíes es muy alto. Los niños viven en el presente y quieren tener oportunidades, quieren aprender«, concluye.
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