<p>No atraviesa por su mejor momento una de las alianzas más importantes para <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/estados-unidos.html» target=»_blank»><strong>Estados Unidos</strong></a> en el patio geopolítico asiático. La relación de la Administración Trump con el país más poblado del mundo, <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/india.html» target=»_blank»><strong>India</strong></a>, cae en picado después de que el republicano sacara a pasear de nuevo el miércoles sus habituales amenazas arancelarias, advirtiendo a Delhi que le espera una guerra comercial mucho más cruenta si no deja de comprar petróleo a <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/rusia.html» target=»_blank»><strong>Rusia</strong></a>.</p>
La imposición de aranceles del 50 % al país más poblado del mundo por parte del republicano sacude el tablero asiático y empuja al Gobierno de Modi a acercarse a China tras años de enemistad
No atraviesa por su mejor momento una de las alianzas más importantes para Estados Unidos en el patio geopolítico asiático. La relación de la Administración Trump con el país más poblado del mundo, India, cae en picado después de que el republicano sacara a pasear de nuevo el miércoles sus habituales amenazas arancelarias, advirtiendo a Delhi que le espera una guerra comercial mucho más cruenta si no deja de comprar petróleo a Rusia.
La pelea unilateral de Trump con India está provocando que el Gobierno del primer ministro Narendra Modi se aproxime a su vecina China después de años de enemistad. Eso era, precisamente, lo que Washington ha tratado de evitar en el último lustro, cuidando mucho sus relaciones con Delhi a pesar de su cercanía con el régimen de Moscú. A finales de agosto, Modi visitará China por primera vez en siete años para participar en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), un grupo regional que también incluye a la Rusia de Vladimir Putin.
El anuncio del regreso de Modi a Pekín coincidía con la última bofetada comercial de Trump: a partir del 27 de agosto, si el gigante del sur de Asia continúa adquiriendo el sancionado crudo ruso aprovechando los grandes descuentos que ofrece Moscú, enfrentará un arancel adicional del 25%, que se suma a otro 25% a los productos indios importados a Estados Unidos, que entró en vigor este jueves y que, por sí solo, ya estaba entre los gravámenes más elevados impuestos por Trump.
«A ellos [India] no les importa cuántas personas en Ucrania están siendo asesinadas por la maquinaria de guerra rusa», escribió esta semana el presidente estadounidense en su plataforma, Truth Social. Ahora, el arancel del 50% al que se enfrenta India -que comparte con Brasil el podio de sanciones- abre una inesperada guerra económica contra el Gobierno de Modi.
Desde Delhi, donde reiteran que no tienen intención de dejar de comprar petróleo ruso, defienden que esas importaciones están vinculadas a las necesidades energéticas de sus más de 1.400 millones de habitantes. Tanto políticos del partido gobernante de Modi como de la oposición han criticado la «hipocresía» de Trump, ya que Estados Unidos continúa importando hexafluoruro de uranio ruso para su industria nuclear, paladio para su industria de automóviles eléctricos y diversos fertilizantes y productos químicos.
«Esta es la primera vez en la historia de la India independiente que un presidente estadounidense exige una muestra pública de subordinación», opina Sidharth Raimedhi, analista del Consejo de Investigación de Defensa Estratégica, un think tank indio.
A principios de año, Modi fue uno de los primeros líderes mundiales en ser recibidos por Trump en la Casa Blanca. Parecía que los lazos entre Washington y Delhi se estrecharían con el republicano al frente de la primera potencia mundial, sobre todo para contrarrestar la influencia y expansión militar de China en la región del Indo-Pacífico. Y también porque a los dos líderes les une una ideología nacionalista muy conservadora, lo que parecía que fortalecería su relación personal.
Trump, en el inicio de su guerra comercial 2.0, no hizo distinciones entre amigos y rivales y también sacudió a India con aranceles, a lo que Modi respondió haciendo todo tipo de concesiones a Washington que no sentaron muy bien dentro de su casa. Como no oponer resistencia pública ante los aviones de deportación llenos de ciudadanos indios irregulares con grilletes, que en algunos casos llevaban décadas viviendo en Estados Unidos.
Trump pidió que, para reducir el déficit comercial, India debía comprar muchos más productos estadounidenses de Defensa y energía, a lo que Modi también se comprometió, consciente de que Estados Unidos es el principal socio comercial de su país.
En los últimos meses, altos funcionarios indios han estado inmersos en una ofensiva diplomática hacia Washington para buscar un buen acuerdo comercial. Pero la sorpresa en Delhi estalló cuando la Administración Trump fue cerrando acuerdos comerciales en julio con otros aliados como Vietnam, Japón y Corea del Sur. Redujo todos los aranceles, menos los de India, a quien dejó fuera de los pactos.
Esto fue un golpe duro para Modi, justo en el momento en que el su país estaba dedicando muchos esfuerzos en levantar una industria sólida de ensamblaje de iPhone para el mercado estadounidense. El pasado mayo, Trump recriminó que Apple debería fabricar sus teléfonos en Estados Unidos en lugar de en India.
Ahora, es la primera vez que Washington reacciona contra algo que el Gobierno de Modi lleva haciendo más de tres años: darse un atracón del sancionado petróleo ruso para luego refinarlo y venderlo más caro, sobre todo como combustible diésel. «No es aceptable que India continúe financiando esta guerra contra Ucrania comprando petróleo de Rusia», manifestó el pasado domingo Stephen Miller, subjefe del gabinete de Trump. India, después de China, es el país que más petróleo ruso importa. Desde el inicio de la guerra en Ucrania ha pasado de comprar apenas un 2% del crudo de Rusia a más de un tercio.
Si algo ha logrado India en estos años ha sido mantener su tradicional postura de «no alineación» con ningún bloque, que ya abrazó durante la Guerra Fría. Es decir, ha continuado con éxito haciendo malabarismos entre su fuerte alianza con Washington y Moscú sin inclinarse hacia ninguno de los dos lados.
Tradicionalmente, Delhi ha cubierto las espaldas de manera rutinaria a Moscú en los asuntos internacionales más polémicos desde que ambas potencias nucleares establecieron lazos diplomáticos en 1947. India también votó en contra de una resolución de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU que condenaba las acciones de Rusia en la segunda guerra de Chechenia y se abstuvo de votar en las resoluciones de la ONU de 2013 y 2016 contra al régimen sirio de Asad apoyado por Rusia, al igual que en 2014 evitó condenar la invasión rusa de Crimea, como hizo en 2022 con el ataque a Ucrania.
Por su parte, en tiempos de la Unión Soviética, los rusos se volcaron con los indios en defender su soberanía en Cachemira y vetaron numerosas resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que pedía la intervención internacional en esta región en disputa con Pakistán.
En los actuales juegos de agrupaciones regionales, India ocupa asiento al lado de Estados Unidos, Japón y Australia en el Quad, la alianza de Seguridad para contrarrestar a China en el Pacífico. También está dentro de las economías en desarrollo del grupo BRICS, junto con China y Rusia, países a los que también acompaña en otras dos asociaciones económicas.
A Modi, su estrategia de venderse como un actor neutral, como un gran equilibrista de las relaciones internacionales, le ha salido bastante bien, logrando mantener un alto perfil en el patio global. Pero ahora se enfrenta a un desafío inédito con las amenazas de Trump.
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