La familia imperial de Japón: entre la prédica pacifista y el recordatorio del horror de Hiroshima y la angustia por la supervivencia de la dinastía

<p class=»ue-c-article__paragraph»>Cuando el <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/2025/03/03/67c54bd7e4d4d8462e8b456d.html» target=»_blank»>príncipe Hisahito</a>, <strong>segundo en la línea sucesoria del Trono japonés</strong>, concedió su primera rueda de prensa el pasado mes de marzo tras alcanzar la mayoría de edad, dedicó un énfasis especial ante el enjambre de periodistas que le abrumaban con sus preguntas a compartir el profundo impacto que le habían causado las <strong>historias «indescriptiblemente desgarradoras» </strong>de los supervivientes de la Segunda Guerra Mundial y, en concreto, de las bombas atómicas de <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/2025/08/06/6892f25121efa02c308b457e.html» target=»_blank»>Hiroshima</a> y <strong>Nagasaki </strong>en los encuentros que había podido tener con ellos hasta ese momento. «Seguiré <strong>pensando en la paz</strong>, leyendo libros y visitando lugares relacionados con las víctimas», prometió el único sobrino varón del <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/2025/02/23/67bac064e9cf4a41388b45a4.html» target=»_blank»>emperador Naruhito</a>.</p>

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 El Parlamento nipón sigue mostrándose incapaz de alcanzar un acuerdo para modificar las normas por las que se rige la Casa imperial  

Cuando el príncipe Hisahito, segundo en la línea sucesoria del Trono japonés, concedió su primera rueda de prensa el pasado mes de marzo tras alcanzar la mayoría de edad, dedicó un énfasis especial ante el enjambre de periodistas que le abrumaban con sus preguntas a compartir el profundo impacto que le habían causado las historias «indescriptiblemente desgarradoras» de los supervivientes de la Segunda Guerra Mundial y, en concreto, de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki en los encuentros que había podido tener con ellos hasta ese momento. «Seguiré pensando en la paz, leyendo libros y visitando lugares relacionados con las víctimas», prometió el único sobrino varón del emperador Naruhito.

Llevaba la lección naturalmente bien aprendida. Porque para cualquier miembro de la familia imperial, máxime para quien está llamado en el futuro a ser el soberano de la nación, una de sus obligaciones permanentes es contribuir a sanar a Japón de las heridas nunca cerradas del todo por los horrores de la contienda internacional y de los lanzamientos atómicos, de los que se cumplen 80 años. Estamos, de hecho, ante un caso hasta cierto punto sorprendente, ya que la misma Monarquía que entonces encabezaba el emperador Hirohito -quien sólo se salvó de ser juzgado de crímenes contra la humanidad por la decisión pragmática de los victoriosos Estados Unidos- hoy está indisolublemente asociada con el activismo pacifista. Hasta el punto de que el sucesor de Hirohito, el emperador Akihito -que abdicó en 2019-, dedicó todo su reinado a ser uno de los apóstoles de la paz más respetados y reconocidos del planeta, misión que hoy continúa con ahínco su hijo Naruhito.

Una conmemoración tan redonda como la del 80º aniversario de Hiroshima y Nagasaki está muy presente a lo largo de todo este 2025 en la agenda de la Casa imperial. Y, así, a comienzos de junio, los actuales emperadores de Japón, Naruhito y Masako, realizaron el primer viaje oficial a la prefectura de Hiroshima desde que el monarca fue entronizado. Todo se convirtió en un sentido homenaje de Estado a los supervivientes y a los centenares de miles de víctimas, con la obligada ofrenda de flores en el cenotafio en memoria de los caídos incluida. Poco después, el hermano del soberano, el príncipe heredero Akishino, junto a toda su familia, incluido Hisahito, recorrieron en Tokio la exposición dedicada a la tragedia de Hiroshima como parte de las conmemoraciones por las ocho décadas del horror.

En la cabeza del joven príncipe qué duda cabe de que estará bien presente la primera vez que visitó el Parque Conmemorativo de la Paz en la ciudad japonesa que sufrió la devastación de la primera detonación de una bomba nuclear en la Historia. Fue en 2018, siendo apenas un niño, cuando acudió junto a su madre, la princesa Kiko, en lo que se consideró una etapa ineludible de su aprendizaje como futuro emperador.

Sobre todo porque desde hace años todos los ojos están puestos en este muchacho que cuenta ahora con 19 años. Y que, pese a su juventud, tiene sobre sus hombros una carga pesadísima, realmente abrumadora para cualquier mortal, la de ser capaz de evitar la extinción de la familia imperial japonesa, con más de 2.000 años de historia ininterrumpida. Ahí es nada.

El príncipe Hisahito, el día de su ingreso en la Universidad, el pasado abril.
El príncipe Hisahito, el día de su ingreso en la Universidad, el pasado abril.Afp

Y es que la dinastía se está quedando sin varones. Y en Japón rige una férrea Ley sálica que veda el acceso al trono a las mujeres. La situación es tan preocupante que las dos cámaras del Parlamento, la de Representantes -homologable a nuestro Congreso de los Diputados- y la de Consejeros -Senado- llevan más de dos años enredados en discusiones para modificar la Ley de la Casa Imperial con el fin de asegurar el futuro de la Monarquía.

Todo en vano. De hecho, la última legislatura se ha cerrado este verano sin un solo avance en lo que parece un eterno debate bizantino irresoluble. Los parlamentarios japoneses han dejado la posible reforma de las normas dinásticas para un nuevo periodo de sesiones en otoño, ante la incredulidad total de los ciudadanos japoneses que, a pesar de que muy mayoritariamente -en torno al 85%- apoyan que una mujer pueda ser emperatriz, ven cómo sus representantes políticos son incapaces de cambiar una coma en lo que tiene que ver con la institución medular del Estado.

Dejando de lado la Ley sálica, cuya abolición por el momento es tabú para las principales fuerzas políticas, todo el debate se circunscribe a dos posibles reformas. Una, la de permitir que las princesas sigan siéndolo tras contraer matrimonio. Ello aseguraría que la princesa Aiko -única hija de los emperadores- o sus primas permanezcan el día de mañana en Palacio y continúen asumiendo tareas de representación de la Corona. Pero los parlamentarios del Partido Liberal Demócrata (PLD), que lleva gobernando en Japón casi ininterrumpidamente desde 1955, son renuentes a que a sus esposos y a los descendientes que tuvieran se les reconozca estatus de miembros de la familia imperial. Y los expertos alertan del problema de cómo hacer compatible que esos ciudadanos comunes, libres de participar en actividades políticas y de trabajar en el sector privado, no interfieran en la neutralidad y dignidad de la institución. De modo que marean la perdiz y no terminan de decidir nada.

Y la otra medida que se está barajando es la de que los actuales miembros de la dinastía puedan adoptar a descendientes varones de antiguas ramas de la familia imperial que perdieron su estatus con la reforma de 1947. Aquí los problemas son múltiples. Para empezar, no se antoja sencillo que plebeyos sean capaces de pronto de adaptarse a las rígidas costumbres y limitaciones de una de las dinastías con un protocolo más estricto del planeta.

Entre la opinión pública del país del sol naciente, tal como se puede apreciar en artículos recogidos por la prensa local en las últimas semanas, crece la sensación de que la verdadera intención del PLD es, sencillamente, «no hacer nada». Esto es, cruzar los dedos, encomendarse al futuro y confiar en que todo se acabará resolviendo solo, con el mero correr del tiempo. Frente al proverbio del célebre artista y guerrero del período Edo Watanabe Kazan, «no olviden los planes para los próximos cien años mientras lidian con la situación actual», los dirigentes de la principal formación política japonesa esconden la cabeza como el avestruz ante el problema de continuidad de la familia imperial, arriesgándose a colocar a la Corona ante una crisis existencial. Porque el problema que nos ocupa, de no hacer nada, sólo se resolvería si el príncipe Hisahito empieza en poco tiempo a tener un montón de hijos, muchos de ellos varones. Ya lo decíamos, menuda presión.

De momento, el próximo gran acontecimiento de la familia imperial tendrá lugar a principios de septiembre, con la ceremonia tradicional de coronación por la mayoría de edad del príncipe Hisahito -se ha pospuesto hasta ahora-. El Gobierno japonés ha hecho público recientemente el programa para la histórica ocasión. El 6 de septiembre, el príncipe recibirá el kanmuri a través de un mensajero enviado por el emperador. Hablamos del tocado negro tradicional -porque no es en realidad una corona, aunque en Occidente hablemos de coronación-, diseñado especialmente para él, con un coste de 15.000 euros. De inmediato, el segundo en la línea del Trono del Crisantemo se dirigirá al gran salón del Palacio Imperial, donde tendrá lugar la vistosa ceremonia del Kakan-no-gi, que incluirá el cambio de su atuendo infantil por el sokutai, un traje tradicional usado por los hombres adultos. Y, después, viajará en carruaje hasta los santuarios del Palacio Imperial para meditar y orar por los antepasados de la dinastía, tal como exigen las reglas del sintoísmo.

Los fastos, que durarán tres días, incluirán también una recepción de felicitación ofrecida por los emperadores en el Salón de Estado del Palacio Imperial de Tokio, a la que asistirán las principales autoridades de la nación. Naruhito invitará en ese solemne acto a su sobrino a unirse a él en el Salón Omote-gozasyo de la residencia imperial, donde le impondrá el gran cordón de la Orden del Crisantemo. El príncipe Hisahito también visitará a sus abuelos, los emperadores eméritos Akihito y Michiko. Y, ya por la noche de la primera jornada, los padres del protagonista, los príncipes Fumihito y Kiko ofrecerán en su honor un banquete de carácter privado a toda la familia.

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