«Terroristas», cañones sónicos y mítines patrióticos: los intentos del presidente serbio de acallar las protestas de los estudiantes

<p class=»ue-c-article__paragraph»>Entre la ciudad serbia de <strong>Novi Sad</strong> y la francesa de <strong>Estrasburgo </strong>hay unos 1.400 kilómetros -unos 500 más que los que recorre el Camino Francés desde los Pirineos hasta Santiago de Compostela-. Quienes han hecho este peregrinaje no esperan abrazar a ningún apóstol, sino que son estudiantes serbios que reclaman atención internacional sobre sus <strong>protestas contra la corrupción</strong> endémica de su país, que duran ya cerca de cinco meses y han paralizado las universidades del país balcánico. «Es más que un viaje en bicicleta, es un viaje de esperanza, resistencia y de las voces que han sido silenciadas», aseguran en la web en la que se ha podido seguir su periplo.</p>

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 Un grupo de 80 universitarios del país balcánico llega a la ciudad francesa de Estrasburgo en bicicleta para llamar la atención sobre los cinco meses de concentraciones  

Entre la ciudad serbia de Novi Sad y la francesa de Estrasburgo hay unos 1.400 kilómetros -unos 500 más que los que recorre el Camino Francés desde los Pirineos hasta Santiago de Compostela-. Quienes han hecho este peregrinaje no esperan abrazar a ningún apóstol, sino que son estudiantes serbios que reclaman atención internacional sobre sus protestas contra la corrupción endémica de su país, que duran ya cerca de cinco meses y han paralizado las universidades del país balcánico. «Es más que un viaje en bicicleta, es un viaje de esperanza, resistencia y de las voces que han sido silenciadas», aseguran en la web en la que se ha podido seguir su periplo.

Los 80 universitarios salieron de la localidad serbia el pasado 3 de abril y en su recorrido pasaron por Hungría, Eslovaquia, Austria y Alemania, antes de la etapa final en Francia, adonde llegaron este martes. En Estrasburgo tienen previsto entregar una carta al Consejo de Europa, el organismo intergubernamental que defiende la democracia y al que pertenecen 46 Estados europeos, incluidos los 27 socios de la UE, de la que Serbia es candidata a la adhesión. También quieren apelar al Parlamento Europeo, que tiene una de sus sedes en esta localidad francesa.

El propósito del viaje es conseguir que Europa se implique en la situación que vive su país, un interés que hasta ahora ha brillado por su ausencia, y exponer las prácticas cada vez más autoritarias de su presidente, Aleksandar Vucic. El mandatario lleva en el poder desde 2012, cuando se estrenó como primer ministro.

Las protestas estallaron después de que, el pasado 1 de noviembre, 16 personas murieran tras el desplome de una marquesina en una estación de tren recién remodelada en Novi Sad y tuvieron su cénit el 15 de marzo, en una gran manifestación que se celebró en el centro de Belgrado, mayor incluso que las de la última época de Slobodan Milosevic. Los asistentes, según las distintas fuentes, oscilaron entre los 100.000, que confirmaron las autoridades, hasta los 275.000, que contabilizó una agencia de recuento independiente. Los estudiantes exigen a Vucic, entre otros asuntos, transparencia sobre las responsabilidades del accidente en la estación y que se juzgue a los culpables de estas muertes.

«Los estudiantes están mandando un mensaje muy claro de que sus exigencias no han sido atendidas y que están determinados a continuar con el bloqueo», explica la periodista serbia Sofija Popovic, que trabaja para el medio European Western Balkans y es investigadora del Centre for Contemporary Politics, una organización independiente con sede en Belgrado.

Varias personas esperaban, ayer, la llegada de los estudiantes serbios a Estrasburgo después de un periplo de 1.400 kilómetros.
Varias personas esperaban, ayer, la llegada de los estudiantes serbios a Estrasburgo después de un periplo de 1.400 kilómetros.ANTONIN UTZAP

Esta reportera menciona cómo el uso de un arma sónica prohibida para dispersar multitudes en la manifestación de Belgrado -que los asistentes describieron como un extraño y fuerte sonido que les produjo mareos y problemas de audición, y sobre la que han pedido a la ONU una investigación tras recoger 600.000 firmas- y la peregrinación a Estrasburgo «han traído nueva energía a este movimiento».

«A pesar de que los estudiantes están cansados», cuenta Popovic, «no parece que vaya a haber un final pronto». De «cansancio» también habla otra serbia, Ivana Palibrk, profesora universitaria en Madrid y traductora, que sigue muy de cerca las protestas en su país a tantos kilómetros de distancia: «Después de organizar una manifestación de ese tamaño, la gente se ha quedado sin fuerzas. Los estudiantes ahora esperan una respuesta más institucional», reconoce sobre los siguientes pasos de este movimiento. Palibrk destaca «el apoyo general a los estudiantes, que se cifra en un 60% según las encuestas», aunque «no hay acuerdo todavía entre ellos sobre cómo proceder a partir de ahora». «Se ve ahora que el cambio en Serbia no va a ser radical, no va a ser de un día para otro, sino que va a ser paulatino», apunta esta profesora.

El que sí que está actuando es Vucic que, además de castigar sin sueldo a los profesores desde principios de este mes -aunque muchos de estos docentes apoyan a los estudiantes, no están el huelga sino que sus facultades están bloquedas-, convocó el sábado pasado a sus partidarios a un gran mitin en Belgrado, al que acudieron miles de personas de todo el país y también de las vecinas Kosovo y Bosnia. El presidente exigió a las autoridades restablecer «el orden y la paz» y denunció una «revolución de colores», en referencia a una injerencia extranjera para desalojarlo del poder, algo sobre lo que no ha presentado ninguna prueba.

Vucic, que ha llamado «terroristas» en repetidas ocasiones a los estudiantes y ha intensificado las represalias contra ellos en las últimas semanas, dijo a los congregados que «todo el mundo debe tener derecho al estudio y a la educación», según recogió la agencia AP. Los que «alimentan la violencia» deben ser castigados, añadió en referencia clara a los estudiantes, aunque sus protestas han sido pacíficas. «Esto es peligrosísimo«, destaca Mira Milosevich, investigadora del Instituto de Elcano de Madrid y natural de Belgrado, que ve en esta actuación un intento de contraprogramar a los estudiantes con «una orgía de patriotismo cutre» que interpreta como «un llamamiento al conflicto, porque no tratan de solucionar nada».

Mientras tanto, el Parlamento serbio inició ayer el debate sobre el aspirante a primer ministro, Djuro Macut, un endocrinólogo y profesor universitario sin experiencia política al que Vucic ha elegido para sustituir a Milos Vucevic, que renunció a finales enero por las protestas, aunque su dimisión no se hizo efectiva hasta hace pocas semanas. La mayoría parlamentaria del SNS, el partido gobernante, y sus socios hace que su aprobación se dé por hecho. Según relata la periodista Sofija Popovic, «la elección de Macut crea una ilusión de inclusión en la sociedad, cuando la realidad es que el presidente mantiene el poder como antes«.

Celebraciones tras la llegada a la ciudad francesa.
Celebraciones tras la llegada a la ciudad francesa.FREDERICK FLORINAFP

Una opinión similar tiene el analista bosnio Adnan Cerimagic, del European Stability Initiative, ubicado en Berlín: «Tanto el mitin de Vucic como el anuncio de un nuevo primer ministro parecen dirigidos a reafirmar el control y cambiar la narrativa«, asegura, al mismo tiempo que, según su punto de vista, «lanza una ofensiva de encanto de Bruselas a París, reuniéndose con Ursula von der Leyen (con quien se vio el 25 de marzo) y con Emmanuel Macron (el pasado día 9), quienes esta vez les recibieron con una lista de tareas pendientes y una postura un poco más dura que en otras ocasiones».

Con el curso ya perdido, los sueldos que dejarán de llegar a las casas y las becas que no se abonarán, la pregunta es cuál es el futuro y las consecuencias de estas protestas. Cerimagic no tiene claro si las dinámicas dentro y fuera del país provocarán «una mayor resistencia o contribuirán a reforzar el régimen».

«No tengo una bola de cristal y ojalá tuvieran éxito, pero este hombre controla al ejército y a los medios de comunicación», responde Milosevich a la misma pregunta. «Es admirable lo que están haciendo, pero sigo sin ver cómo van a tener un éxito político. Quieren cambiar el sistema, pero cómo van a hacerlo sin una alternativa», concluye esta investigadora.

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