<p class=»ue-c-article__paragraph»>No hace mucho tiempo, cualquier cosa procedente de <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/estados-unidos.html»>Estados Unidos </a>que entraba en <a href=»https://www.elmundo.es/internacional/china.html»>China</a>, ya fueran unas zapatillas o el último videojuego de moda, se consideraba infinitamente mejor que el producto local. Lily Kuo, una de las veteranas corresponsales en China, ahora en el <i>Washington Post</i>, cuenta que, en la década de 1990, muchas bodas se celebraban en un McDonald’s cerca de la Plaza de Tiananmen de Pekín. También que, ya bien entrados en los 2000, la clase media-alta alardeaba de su éxito haciéndose fotos comiendo en el Pizza Hut.</p>
Las relaciones más importantes del mundo en estos momentos, las de la primera y la segunda potencia mundial, están atravesando por un momento crítico
No hace mucho tiempo, cualquier cosa procedente de Estados Unidos que entraba en China, ya fueran unas zapatillas o el último videojuego de moda, se consideraba infinitamente mejor que el producto local. Lily Kuo, una de las veteranas corresponsales en China, ahora en el Washington Post, cuenta que, en la década de 1990, muchas bodas se celebraban en un McDonald’s cerca de la Plaza de Tiananmen de Pekín. También que, ya bien entrados en los 2000, la clase media-alta alardeaba de su éxito haciéndose fotos comiendo en el Pizza Hut.
Aquel sueño americano se fue esfumando en la última década, cuando muchos chinos comenzaron a darse cuenta de que su país, que se había desarrollado de forma increíble en tiempo récord, superaba en muchas cosas a la superpotencia idolatrada. Un sentimiento nacionalista que se disparó durante la primera etapa de Donald Trump en la Casa Blanca, cuando los medios estatales pregonaban sobre el ascenso de China frente a la decadencia de EEUU y a la caída del orden mundial dominado por Occidente.
El gran atractivo de Washington se había perdido en gran parte de la sociedad china. Los jóvenes ya no querían cruzar el charco y prefería quedarse en casa para continuar con sus estudios. Y cada vez eran más los reputados científicos chinos, con una próspera carrera en EEUU, los que regresaban a su país.
«EEUU, que siempre se ha proclamado como el faro de la democracia, ha perdido su ventaja de poder blando en China. Es como una caja de regalo muy buen envuelta, pero que, al abrirla, está destartalada por dentro», señalaba uno de los analistas de cabecera de la propaganda de Pekín, Lu Xiang, investigador de la Academia China de Ciencias Sociales.
Con el regreso de Trump a la Casa Blanca y su destructiva nueva guerra comercial, las relaciones más importantes del mundo en estos momentos, las de la primera y la segunda potencia mundial, están atravesando por un momento crítico. Tanto que, esta semana, además de un continuo intercambio de golpes arancelarios, y de que Pekín también haya contratacado poniendo en su lista negra a empresas estadounidenses y reduciendo el número de películas de Hollywood que entran cada año a la taquilla nacional, las autoridades chinas soltaron dos advertencias a sus ciudadanos sobre los riesgos de viajar a EEUU.
«Debido al deterioro de las relaciones comerciales y la situación de seguridad interna en EEUU, el Ministerio de Cultura y Turismo recuerda a los turistas chinos que evalúen completamente los riesgos de viajar a Estados Unidos en estos momentos», señalaba el comunicado.
Desde Washington todavía no han emitido ninguna alerta respecto a los viajes a China, pero lo que sí han hecho es prohibir al personal de sus delegaciones diplomáticas en el gigante asiático, así como a sus familiares, mantener cualquier relación romántica o sexual con ciudadanos chinos. Esto lo desvelaba la semana pasada la agencia AP, que citaba la política de «no confraternización», como se la conoce desde la Guerra Fría, que había promovido en enero el embajador estadounidense saliente, Nicholas Burns, después de recibir presiones por parte de legisladores bipartidistas del Congreso para imponer restricciones a este tipo de relaciones.
Los servicios de Inteligencia estadounidenses han dicho en varias ocasiones que Pekín utiliza a mujeres y hombres atractivos como cebos para atraer a funcionarios estadounidenses y acceder a secretos de Estado. Esto mismo también lo creen en la agencia de espionaje de China, que en los últimos meses ha emitido en su canal de WeChat -el equivalente a WhatsApp- varias alertas sobre los «señuelos sexuales» que Washington y otros gobiernos occidentales ponen a funcionarios chinos para sacarles información confidencial o reclutarlos como espías.
La nueva política de relaciones, que los trabajadores recibieron por correo electrónico, se extiende por toda la misión diplomática estadounidense en China y también al consulado de Hong Kong. El Gobierno de Xi Jinping, al menos que se sepa públicamente, no ha impuesto estas restricciones a sus siempre controlados empleados de sus oficinas en EEUU. Funcionarios del Ministerio de Exteriores sí que han reconocido a este periódico que, si ellos mantienen relaciones con extranjeros, ya sean estadounidense o de cualquier otra nacionalidad, deben comunicarlo a sus oficiales.
La noticia sobre que EEUU había vetado las relaciones carnales de sus funcionarios en China con la población local, fue muy comentada en varios vídeos en Xiaohongshu, una de las redes sociales más populares en China -una especie de híbrido chino entre Instagram, Pinterest y Tripadvisor con más de 300 millones de usuarios- que a principios de este año ocupó muchas páginas en los medios internacionales al acoger a los autodenominados «refugiados de TikTok», usuarios estadounidenses que se mudaron a esta app china desde la popular plataforma de vídeos cortos ante lo que iba a ser una inminente prohibición de TikTok, que finalmente fue frenada por Trump, que concedió un periodo de gracia para que la empresa china buscara un comprador estadounidense.
El estrellato repentino de Xiaohongshu, que significa «pequeño libro rojo», pilló desprevenidos a los censores del ciberespacio chino y la plataforma se convirtió en un patio en línea en el que se conectaban sin filtros, con conversaciones muy abiertas y directas, chinos y estadounidenses. Algunos analistas vieron a Xiaohongshu como una especie de puente de reconciliación entre dos pueblos que en los últimos años se han encontrado con numerosos muros para conectarse por la rivalidad entre las dos actuales superpotencias.
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